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Celia: Nuestra flor más autóctona.

Celia
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Ya su nombre era una leyenda, pero ella llevaba al plano humano el principio martiano de que toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz, y hablar con ella transmitía la sensación de confianza para decirle siempre la verdad y la exigencia de saber que su mirada penetrante rechazaría cualquier mentira. Con ella, la mujer cubana tuvo su primera combatiente en el incipiente grupo guerrillero en la Sierra Maestra. Combatió en el Uvero, el 28 de mayo de 1957, con su fusil M-1, en su condición de integrante de la Columna 1 José Martí del Ejército Rebelde, y al ejemplo de Celia se debe, en buena medida, la creación del pelotón femenino Mariana Grajales, constituido el 4 de septiembre de 1958, tras una reunión de siete horas entre Fidel y su Estado Mayor.  Siempre junto a Fidel y bajo su dirección inmediata, asumió la importantísima función de organizar la logística rebelde: armas, proyectiles, comida, ropa, medicinas y demás artículos necesarios para la lucha y la subsistencia en las duras condiciones de la montaña. Al poco tiempo, se convirtió en coordinadora y ejecutora de todo el trabajo de retaguardia en el territorio guerrillero. Sin Celia tampoco se hubiera podido preservar la historia de esos momentos gloriosos, pues su mochila fue el embrión de la Oficina de Asuntos Históricos. 

La huella de su sensibilidad y pasión por los detalles que caracterizan una obra bien hecha está a lo largo de toda la Isla, en el Palacio de las Convenciones, en el Parque Lenin, en la Escuela Lenin, en el Palacio Central de Pioneros Ernesto Che Guevara, en la Ciudad de los Pioneros de Tarará, en el Hospital Ortopédico Frank País, en la heladería Coppelia, en el Museo de la Clandestinidad, en la comandancia general de La Plata y muchos otros lugares.

Armando Hart Dávalos en el sepelio de Celia el 11 de enero de 1980 sintetizó magistralmente a su gran amiga y compañera cuando dijo: «en el carácter de Celia se integra la dulzura, el cariño, el afecto, la alegría de vivir con la más rigurosa exigencia, en los principios y en el trabajo revolucionario. Esta combinación de exigencia y sentido humano en el enfrentamiento de cada problema es una formidable enseñanza para nuestro trabajo de hoy y de mañana. He ahí una de las principales lecciones que nos ha dejado y que debemos aplicar. Celia era como la justicia: humana y exigente. Por esto, su recuerdo nos da la imagen de lo justo».

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