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El guardián de la presa Hanabanilla

Papa
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Si usted pregunta en el macizo montañoso Guamuhaya por Ángel Narciso Rodríguez Quintana, seguro muy pocos podrán orientarlo. En cambio, si menciona a «El Papa», sobrarán quienes lo reconozcan como el hombre que, hace más de 50 años, custodia la presa Jibacoa-Hanabanilla.

 

Con la gracia y la fuerza que lo caracterizan, a pesar de su avanzada edad, este pequeño hombre que no para un segundo, y de decir ocurrencias, aún tiene fuerzas para desandar cada día, junto a su hijo, la cortina del embalse, e informar acerca de su estado a las autoridades correspondientes.

 

Desde muy joven, Angelito se enroló en los trabajos de construcción de la presa que se ejecutaría en aquella zona, con el fin de embalsar las aguas de los ríos Guanayara, Negro, Hanabanilla, Pretiles, Boquerones y Jibacoa; la cual, en principio, tenía por finalidad la creación de la primera hidroeléctrica cubana.

 

«Fueron años muy duros, en los que nos pagaban, como decimos los guajiros, una bagatela por todo lo que hacíamos», recuerda el trabajador de mayor edad que tiene el Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos en Cuba.

 

Con una claridad que da envidia, «El Papa» recuerda que su familia, que vivía en las cercanías de Lagunillas, en Cienfuegos, era de origen muy humilde, por cuya razón desde niño tenía que ayudar a su padre en las labores agrícolas.

 

«Cuando nos mudamos para Siguanea, el nombre del valle que ahora está bajo las aguas, mi padre sembraba mucha papa para poder sobrevivir en aquella miseria, y parece que, como a mí me gustaba tanto esa vianda, desde chiquito me pusieron el sobrenombre que llevo en la actualidad», recuerda Rodríguez Quintana.

 

Más crecidito, aquel joven ávido de prosperar en la vida comenzó a trabajar, en la década de los 50 del siglo pasado, en los laboreos vinculados a la construcción, en lo que hiciera falta, para comenzar la creación de cuatro presas, dos más grandes y dos auxiliares, que formarían el mayor lago entre montañas de Cuba, con 23 kilómetros cuadrados.

 

«Yo recuerdo que les quitaron mucha tierra a los campesinos de la zona, y hasta los desalojaban con tal de que se fueran hacia otros lugares», rememora Angelito, quien no olvida cómo la hidroeléctrica, que debía concluir en 1958, según la empresa estadounidense encargada de construirla, quedó paralizada ante el avance de las fuerzas revolucionarias que operaban en la zona comandadas por el Che.

 

«El Papa» es un testigo excepcional de cuánto cambió la montaña luego del triunfo del 1 ro. de Enero de 1959.

 

Junto a su esposa Sara, pudo ver cómo, donde había miseria y desolación, surgieron escuelas, hospitales, hoteles, carreteras, y los moradores de la zona comenzaron a vivir como personas.

 

«El desarrollo fue muy grande en pocos años, y también la agresividad del imperialismo, que empezó a fomentar el bandidismo en estas lomas», evoca Ángel, y habla de los bandidos que merodeaban la zona y los amedrentaban con tal de que los apoyaran, pero «se chivaron, porque, como dijo Carlos Puebla, en eso llegó Fidel».

 

Por la memoria de «El Papa» pasan como ráfagas cientos de acontecimientos que se agolpan en su mente, y quisiera decirlos todos, pero sus 95 años no se lo permiten. Sin embargo, algunos no se borran de su imaginario, como aquel día de 1988 cuando, ante el vendaval de lluvia que asoló a la región e inundó el valle de Jibacoa, se apareció Fidel allí para evitar la desgracia que se cernía sobre los habitantes del lugar. «Ese sí era el caballo», dice él, con la gracia que lo identifica.

 

UN HÉROE DEL TRABAJO

Mientras el Primer Secretario del Comité Central del Partido y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, le imponía en su pecho el título Honorífico de Héroe del Trabajo de la República de Cuba, por la mente de Ángel Narciso Rodríguez Quintana pasaron miles de recuerdos.

 

Uno de ellos, aquel día de 1962, fecha de terminación del embalse, en que comenzó a laborar como jefe de la obra hidráulica, cargo que mantuvo por cinco lustros hasta que su hijo, de igual nombre, lo reemplazó en la dirección de explotación del embalse.

 

Pensó también en los miles de días y noches en que recorrió el borde de la presa, y la navegó en bote, hasta llegar a conocer cada paraje del lugar; sintió el aroma de las flores y el canto de las aves; recordó el enero de 1963, cuando quedaron montadas las dos primeras unidades en la hidroeléctrica Hanabanilla, que generarían electricidad.

 

Tampoco escaparon a su evocación los planes forjados por Fidel para desarrollar la zona y aprovechar las bondades del embalse, incluyendo la construcción de un hotel que es orgullo de los moradores del lomerío.

 

Fueron minutos intensos en los que, mientras intercambiaba con el Presidente de la República, revivía sus desvelos por el cuidado de la presa en tiempo de huracanes, para que no llegara a sobrepasar los 286 millones de metros cúbicos que tiene de capacidad, o aquel día en que le dijo a su esposa Sara lo bien que le venía al lago el nombre «Hanabanilla» que, en lengua aborigen, significa «pequeña cesta de oro».

 

Esa noche de justo homenaje, Angelito, «El Papa», el hombre que durante más de 25 años ha figurado como Vanguardia Nacional del Sindicato de la Construcción, el que también guarda en su vitrina la Orden Lázaro Peña de primero, segundo y tercer grados, entre otros reconocimientos, se elevó hasta el olimpo de los héroes de la Patria.

 

 

Tomado del periódico Granma

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