La Cortina de Valdés fue trazada bajo el mandato del gobernador Gerónimo Valdés (1841-1843). Corría desde la Pescadería hasta la plazuela del Cuartel de San Telmo. A este paseo se accedía por dos grandes escalinatas situadas en los extremos: una, cerca del Boquete de Pescadería, y la otra por el norte, junto a la Maestranza de Artillería. Estaba provista de dos barandillas de hierro, una hilera de árboles y asientos de madera.
Según cuenta el historiador Manuel Pérez Beato, en la época de la Guerra hispano-cubano-norteamericana 1895-1898 se simuló encima una batería de cañones. Estos últimos fueron soterrados en el mismo lugar cuando se recompuso el paseo.
Entre 1986-1987, la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana exhumó los restos de este paseo construido sobre la muralla de mar.
En uno de los extremos del paseo había un monumento en homenaje al Cuerpo de Ingenieros, a cuyo pie se situó un estanque de mármol blanco. Del muro del monumento brotaba un chorro de agua que caía sobre el estanque, según describió la escritora sueca Fredrika Bremer que visitó la Isla en la segunda mitad del siglo XIX, quien quedó encantada con las blancas palomas que bajaban a beber agua en el referido depósito. En la actualidad se conservan las tazas de la fuente situada en el extremo norte, junto al Cuartel de San Telmo, aunque han perdido su funcionalidad como surtidores de agua.
Depósito de hielo
Al final de la calle Mercaderes, con el frente hacia la Pescadería y el fondo hacia la Cortina de Valdés, estaba situado el depósito general de hielo. Las embarcaciones fondeaban inmediatamente a la muralla de la Cortina, y el hielo se transportaba al depósito por intermedio de un puente de madera.
El hielo, traído en bloques de los lagos de Estados Unidos, fue introducido en La Habana en 1806, teniendo gran oposición del Protomedicato[1] que lo consideraba perjudicial a la salud. Solamente abogó en su favor don Francisco de Arango y Parreño, que consiguió, se trajera, para venderlo a cincuenta centavos la libra y a veces hasta a peso, según destaca José María de la Torre en su obra Lo que fuimos y lo que somos, página 118.
A principios de 1865 el arquitecto J.H. Eastman elaboró el plano para James Toppan, natural de Estados Unidos y arrendatario de la empresa del depósito de hielo de la Cortina de Valdés, el que sería utilizado para la construcción de un nuevo puente de madera en reemplazo del existente en el referido paseo ribereño de la bahía habanera[2]
[1] El Protomedicato fue un tribunal que establecieron los reyes de España en varias ciudades y provincias de sus dominios, formados por uno o varios médicos, encargados de vigilar el ejercicio de las profesiones sanitarias.
[2] Disponible en Archivo Nacional de Cuba. Fondo Licencia para fábricas, legajo 32, expediente 9144.