En el siglo XIX perteneció al capitán de navíos don Pedro Claudio Duquesne, quien llegó a La Habana en 1763. Cuentan que el sitio lo frecuentaba lo más selecto de la sociedad habanera, representantes de la nobleza, personalidades de la cultura, autoridades militares y de la iglesia.
A comienzos del siglo XX, la mansión colonial desapareció, y años después quedó convertido en casa de vecindad, sufriendo una serie de transformaciones que degradaron su imagen original. Gracias a las excavaciones realizadas por la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, se encontró un aljibe que en la actualidad se emplea como cisterna central.
Frente a este hostal fue revelado uno de los ramales de la Zanja Real y hoy se expone su trazado histórico.