Mandinga, Duaba, Yumurí, o San Germán,  en Baracoa; Ovando, La Máquina, Punta Caleta o Los Llanos, en Maisí, son algunos de los nombres que cobijan cuerpo y alma de un manojo de comunidades que componen la geografía de dos de las demarcaciones municipales ubicadas en el extremo oriental del Cuba, en la provincia de Guantánamo, por donde el poderoso huracán Matthew, al estilo de Sandy, el cuatro de octubre del 2016, llegó, golpeó, pero no venció.

Y esa certidumbre inconmovible de convertir los reveses en victoria, siguiendo el legado de los grandes gladiadores, la transmitió personalmente en el epicentro de los acontecimientos, el General de Ejército Raúl Castro Ruz, presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, cuando en diálogo con las personas afectadas por el meteoro, sentenció: “…Ustedes recibieron un golpe  muy fuerte, pero nos recuperaremos...”

Sin autocomplacencia extrema y conservando la ternura, los centenares de trabajadores hidráulicos que viajaron al Oriente para enfrentar los perjuicios pueden dormir tranquilos. Su travesía ha conquistado una gota de historia. Sobre sus hombros descansa una cuota de contribución gracias a la cual Matthew golpeó a la Mayor de las Antillas, pero no venció el carácter irreductible de los cubanos.